viernes, 29 de julio de 2016

Garrucha durante la Primera Guerra Mundial. Parte I


Ilustración del asesinato en Sarajevo del Archiduque
Francisco Fernando de Austria en 1914.

La mañana del 28 de junio de 1914 fue para Garrucha como cualquier otra de aquellos primeros días de verano; sin embargo, a algo más de 2000 kilómetros de distancia ocurrió un fatídico hecho que cambiaría su Historia para siempre. El asesinato en Sarajevo del heredero al trono Austro-húngaro, Francisco Fernando de Austria, detonó una cruenta guerra europea, conocida como Primera Guerra Mundial (1914-1918), que provocó millones de muertes y cambió por completo el mapa territorial y político de Europa. Las consecuencias derivadas del conflicto armado, en el que España fue neutral, y su posguerra arrastrarían al municipio del levante almeriense a un declive económico y demográfico sin precedentes.

En Garrucha se vivió el conflicto bélico con exaltación, como en buena parte del país. La cosmopolita y rica villa de principios de siglo XX, llena de destacados comerciantes, industriales, políticos, inversores extranjeros y vicecónsules de los países beligerantes, se dividía entre germanófilos y francófilos. Acaloradas discusiones políticas tenían lugar por doquier en el municipio. A este respecto recogió la prensa local:

Desde que comenzó el conflicto europeo, todas las conversaciones giran en torno de la guerra, pudiendo decir que estamos aquí más en la guerra que los mismos franceses y alemanes.
En los casinos, en los paseos, en todas partes no se oyen más que comentarios de batallas, planes militares, tomas de plazas fuertes, avances y repliegues, trofeos; en una palabra, que parece que estamos en el verdadero campo de operaciones.
Hay, como es consiguiente, unos, acérrimos partidarios de los franceses, y otros, de los alemanes. Los primeros suponen que Joffre está próximo a Berlín, y los últimos aseguran que el día menos pensado, el Kaiser se tomará una cerveza en las cúspides de los Pirineos.
Con esta diversidad de pareceres, la guerra ha llegado a internarse hasta en las propias casas, en donde se desarrollan escenas de padres que amenazan a sus hijos con arrojarlos del hogar, si no se vuelven alemanes; mujeres francesas que en el calor de la discusión llaman a sus esposos animales por la semejanza que tiene esta palabra con la de los alemanes; otros que dicen que los alemanes son más prácticos y no quieren nada que se parezca a los franceses; algunas que han puesto el veto a sus maridos si no se tornan franceses; […]
(El Porvenir, Garrucha, 21 de septiembre de 1914)
Entre ese clima belicista de salón, también hubo voces contrarias a la guerra, como demuestra el siguiente artículo publicado en un periódico garruchero:

En nombre de la Patria se acometen unas naciones que se llaman civilizadas, a otras para destruirse, con el ansia loca de ensanchar un poco su territorio patrio.
Ensanchar sus fronteras, ensanchar su radio de acción económico y social, y sembrar la muerte y la desolación en la Patria vecina, antes próspera y feliz.
He ahí el ideal supremo de los Césares.
Ensanchar sus dominios por la razón o la fuerza, con perjuicio inmediato de los del vecino.
¡Cuándo llegará el día en que todos los hombres reconozcan que las fronteras sólo sirven para crear ese odio al patrio solar vecino, que tantas catástrofes han producido a la humanidad, y tomen el acuerdo humanitario de que todas las patrias del planeta Tierra sean una sola Patria, y que todos los habitantes del globo terrestre queden unidos por los sacrosantos lazos del amor fraternal al semejante! […]
(El Porvenir, Garrucha, 1/11/1914)
D. Pedro Berruezo Gerez. Hacia 1915
Col. José Berruezo García
A nivel político, la Garrucha de 1914 a 1918 fue muy convulsa. Conservadores y liberales reformistas se disputaron las riendas del gobierno municipal. Acusaciones, intrigas, coacciones, revanchismo y ataques políticos tenían cabida en un clima exaltado y muy politizado. Las clientelas en Garrucha de los Diputados Giménez (conservador) y Barcia (liberal-reformista) peleaban por hacerse con el poder; así pues en los cuatro años que duró el conflicto armado hubo 5 Alcaldes: D. Pedro Berruezo Gerez (1914, 1916, 1918) D. Francisco Fuentes Caparrós (1914),  D. Martín García Cánovas (1914, 1915, 1916, 1917), D. Luis Bravo Castro (1914) y D. Marcos Galindo Núñez (1916).

Una prueba de estas luchas políticas la podemos ver en el telegrama que remitió al Gobernador Civil buena parte de la oposición al gobierno conservador de Garrucha en las elecciones municipales de noviembre de 1915:

Con motivo de lucha electoral llévanse a cabo por autoridad local y sus agentes repetidas coacciones y atropellos contra pacíficos y honrados vecinos de este pueblo, rogamos a Vs. ponga coto a este estado de cosas haciendo cesen cacheos y ultrajes a personas dignísimas y evite días de luto a este honrado vecindario. Suplicamos a Vs. interponga su suprema autoridad para que renazca la tranquilad entre estos honrados vecinos. Fdo: José Fuentes, Telesforo Segura, Francisco Berruezo Gerez, Francisco Segura, Diego Morales, Vicente Martínez, Pedro Berruezo, José León, Francisco León.
A lo que contestó el Gobernador que no se consentirían extralimitaciones ni arbitrariedades y que se le advertiría al Alcalde de Garrucha de que si no actuaba de acuerdo con la Ley se le haría responsable de todo cuando aconteciese.

La Primera Guerra Mundial ocasionó un fortísimo impacto en la economía garruchera. Los países beligerantes en la Gran Guerra que tenían altas inversiones e intereses económicos en el levante almeriense cesaron su actividad. Garrucha, basada principalmente su economía en la exportación nacional e internacional de productos agrícolas y mineros, se vio arrastrada a la crisis global y se originó un terrible paro obrero, que desencadenaría una fuerte emigración y miseria, ya que la economía basada en la pesca resultaba insuficiente. 

En un intervalo muy corto de tiempo, centenares de trabajadores se quedaron sin forma de ganar su jornal diario. La crisis se vio aún más acrecentada por la inexistencia de las infraestructuras necesarias para paliar la dañada economía garruchera, como eran la Canalización del Almanzora, la construcción del muelle o del ferrocarril de Lorca a Almería. Medidas redentoras todavía no ejecutadas y solicitadas con tesón agónico a lo largo del último tercio del siglo XIX.

Toda esta sinergia de acontecimientos fatídicos provocó la aparición de uno de los grandes males de la humanidad: el Hambre. El llamado Hambre del 15 fue una de las grandes tragedias que asoló a la clase obrera en la Garrucha de su tiempo.

EL HAMBRE EN GARRUCHA
Día por día se hace más insostenible la horrorosa situación de este pueblo, que perece víctima de la más grande de las calamidades: del hambre y la más espantosa miseria colectiva. Si muy pronto no se atienden por el Gobierno las inaplazables necesidades de estos pacíficos y laboriosos vecinos, este pueblo tendrá forzosamente que desaparecer, porque sus habitantes nos veremos obligados a buscar donde sea los necesarios medios para poder vivir, y otros, sin duda alguna, sucumbirán en la terrible lucha por la existencia que estamos sosteniendo.
Nuestra necesidad es apremiante; hemos llegado al periodo álgido de nuestra desdicha, y si el remedio no llega con la rapidez que se necesita, por el estado agónico en que nos encontramos, la población de Garrucha irremediablemente dejará de existir.
Sin hipérbole alguna puede afirmarse que nuestros obreros se mueren de hambre; y que ninguna región española se encuentra hoy en tan aflictiva situación como esta abandonada comarca levantina almeriense, que vivía de la exportación de su riqueza agrícola y minera, y que está paralizada desde que comenzó el vértigo guerrero mundial.
En esta región que hemos dicho varias veces, que no tiene nada, que carece de todo, que Almería es la de todas las provincias españolas, la que menos kilómetros de ferrocarril tiene; que la Naturaleza nos ha dotado con un suelo de magnífica riqueza y, en cambio, no han sabido o no han querido aprovecharse de él los hombres españoles; consintiendo que nuestra explotada riqueza fuese a poder de los extranjeros, y que hoy por el abandono suicida de nuestros representantes públicos han condenado a esta región a morir de hambre.
Estos pueblos levantinos que agonizan necesitan urgentemente para conjurar la situación presente y para su porvenir, la construcción inmediata de vías de comunicación y canales de riego que fertilicen nuestros yermos campos, faltos del precioso líquido fecundizante que en abundancia tenemos y dejamos perder estérilmente por carecer de los necesarios cauces.
En esta comarca existen grandes obras que hay necesidad de acometer, atendiendo a la reconstrucción interior de nuestro suelo, de donde depende la salvación, el engrandecimiento de nuestra querida Patria.
Aquí tenemos por construir varios ferrocarriles, entre ellos, el que desde hace tiempo venimos solicitando de Zurgena a Garrucha, la canalización del río Almanzora, construcción y reparación de algunas carreteras y caminos vecinales y el muelle de este puerto.
Realizadas en plazo breve todas esas obras, esta región que agoniza, sería próspera y feliz, de lo contrario, tendrá el Gobierno el sentimiento de certificar la defunción de estos desgraciados pueblos levantinos.
¡Qué triste es ver a las laboriosas poblaciones acabar devorada por el hambre!
Nuestro Gobierno tiene el sagrado deber de atender con paternal cariño a estos desgraciados pueblos españoles que sufren el azote cruel del infortunio inmenso, y proporcionarnos medios de vida decorosos, donde el obrero pueda sin humillación, ganar cotidianamente el pan necesario para los suyos.
Ahora más que nunca, es indispensable la reconstitución interior de España, porque hay que dar empleo inmediato a los millones de españoles que se están muriendo de necesidad.
La situación de Garrucha es desesperada, sin trabajo para los obreros, ni dinero para socorrerlos, y los artículos de primera necesidad a precios exorbitantes.
¡Quién podrá llegar al fin de esta horrible jornada para poder contarlo!
¡Pobre Humanidad, que imperfecta eres!
MARCO
(El Porvenir, Garrucha, 11 de abril de 1915)
El Defensor de Almería (Almería, 11 de noviembre de 1916)

En 1916 y 1917 Garrucha fue testigo de la virulencia del conflicto que estaba desangrando a Europa. Frente a su costa fueron hundidos, por submarinos alemanes, buques mercantes. La fama europea que tenía la villa como puerto exportador de metales ansiados en la guerra, como el hierro, y su conocida ruta marítima provocaron que, a lo largo de la contienda bélica, submarinos alemanes patrullaran el litoral levantino en busca de navíos a los que interceptar y torpedear. Este evidente peligro, unido a otros factores, dio lugar a la consabida paralización de la actividad minera en la región.

Los buques hundidos en 1916 eran el Tripel y el Treja, de bandera noruega y danesa respectivamente. El Tripel transportaba 3026 toneladas de hierro colado, 31 toneladas de anclas, 925 barras de acero y 1460 rails usados. El Treja, por su parte, llevaba a su bordo 2167 toneladas de carbón. Ambos vapores fueron interceptados frente a la costa de Garrucha por los submarinos alemanes y éstos comunicaron a los capitanes de los mercantes su intención de echar a pique ambos cargueros, por lo que la tripulación, en botes, no tuvo más remedio que evacuar y arribar a la costa. La tripulación del Tripel desembarcó en Villaricos, mientras que la del Treja lo hizo en Garrucha. En ambos casos fueron diligentemente atendidos por el Vicecónsul Noruego en Garrucha, don Simón Fuentes Caparrós. De dicho acontecimiento dio cuenta al Gobernador Civil el Alcalde de Garrucha D. Pedro Berruezo Gerez.

De manera similiar, en abril de 1917 la goleta inglesa "M. Morris" fue torpedeada por un submarino a 20 millas de la costa garruchera. La tripulación logró llegar a Garrucha en un bote, donde fue atendida por el vicecónsul inglés en el municipio. Asimismo, un mes más tarde un vapor español llevó a Garrucha a cuatro náufragos ingleses, cuyo buque había sido torpedeado en el Cabo de Palos.

En todos los casos el pueblo de Garrucha se volcó en atender y prestar el auxilio necesario a los infortunados marinos, dando muestras una vez más de su hospitalidad y abnegación.

[Continuará]

sábado, 23 de julio de 2016

El primer garruchero del siglo XX


Uno de los hechos que causó más expectación en la Garrucha de nuestros bisabuelos fue el cambio de siglo. Estaban esperanzados en que la nueva centuria traería consigo un mejor porvenir para el municipio y, en general, para España. El país deseada dar carpetazo a un siglo desastroso en el que los españoles se habían desangrado sin cesar en sucesivas guerras a lo largo de sus penosos cien años.

Cabecera de El Eco de Levante (Garrucha, 12 de enero de 1901)

Garrucha se preparó con especial interés para recibir al siglo XX. El periódico local El Eco de Levante dedicó su primer número de 1901 a celebrar tal efeméride, se publicó un ejemplar extenso de nueve páginas, cuando lo normal eran sólo cuatro. En este histórico número colaboraron diversas personalidades de la vida social de Garrucha elaborando artículos relativos a la venida del nuevo siglo. Algunas de estas personas fueron: D. Juan Francisco Berruezo Torres, D. Jorge Clifton Pecket, D. Bartolomé Lasala, D. José Jesús García Gómez, D. Pedro Cervantes Salas…

Entre las páginas de esta peculiar edición de El Eco se recogió el nacimiento del primer garruchero del siglo XX, que fue apadrinado por personalidades del municipio.

EL PRIMER GARRUCHERO DEL SIGLO XX
El día 8 del actual fue bautizado solemnemente en esta Iglesia Parroquial, con el nombre de Manuel María de Jesús, un niño que es el primero que ha nacido en este pueblo después de las 12 del último día del año 1900, que acaba de pasar.
Las distinguidas señoritas Doña Catalina Abellán Calvet y Doña Carolina Pareja Martínez formaron el caritativo propósito de patrocinar a ese primer nacido del siglo XX, y asociadas a su amiga, la señorita Isabel Gea Perona, invitaron para hacer más popular el acto, a varias personas, a fin de que contribuyesen a costear la canastillas, cuyas prendas han cosido las indicadas jóvenes.
A la Iglesia asistió mucha gente del pueblo y las expresadas señoritas, acompañadas de sus respectivas familiares y otras personas conocidas de la localidad, que llevaron al recién nacido desde la casa de su nacimiento hasta el Templo. Un repique general de campanas anunció la llegada del acompañamiento, y a todo órgano se celebró la sagrada ceremonia, vistiendo el sacerdote capa pluvial de todo lujo.
El bautizante fue el Sr. Cura propio D. José Moreno, hoy en Comisión de la Iglesia de San Sebastián de Almería, que reside aquí accidentalmente.
Fueron padrinos los niños Antonio Abellán Calvet (futuro III Marqués de Almanzora) y Blanca Gea Perona. El bautizado es hijo del pobre y honrado pescador Antonio Clemente Alonso y de su esposa Antonia Martínez Bascuñana, y se llama, pues, Manuel María de Jesús Clemente Martínez.
¿Qué llegará a ser?
(El Eco de Levante, Garrucha, 12/1/1901)

Más de una veintena de personalidades del municipio, entre los que figuraron los Berruezo, Gea, Fuentes, Moldenahuer, Abellán…  participaron en la colecta que las jóvenes Dña. Carolina Pareja y Dña. Catalina Abellán promovieron con motivo del apadrinamiento del recién nacido. Con lo recaudado se le pudo regalar al bebé las siguientes prendas y objetos:

  • Un traje de bautizo con capa y gorro de encajes
  • 8 pañales
  • 4 mantillas de muletón labrado
  • 4 mantillas de bayeta
  • 4 gorros y 4 baberos
  • 3 fajas
  • 5 camisas
  • 6 jubones  de muletón
  • Una cuna de madera
  • Un colchón y una almohada
  • Cuatro sábanas y dos fundas
  • Una manta de Palencia
  • Una colcha batista con encajes

También dio la suscripción para regalarle a la madre una gallina, dos libras de chocolate y 20 pesetas, e incluso le dieron 5 pesetas a la mujer que llevó al niño a bautizar.

Sin embargo, y por desgracia, el pequeño Manuel nunca llegaría a ser consciente del interés que despertó su nacimiento en Garrucha. El 24 de marzo de 1901, con poco más de 2 meses, falleció la tierna criatura. Descanse en paz.

Ha dejado de existir el día 24 del actual el niño Manuel María de Jesús, primer nacido en el siglo XX, solemnemente bautizado en esta Parroquia con el dinero recaudado en la suscripción que se abrió para tal objeto, y que fue apadrinado por los niños Antonio Abellán Calvet y Blanca Gea Perona.
¡Cuán breve ha sido la vida del angelito! La impía muerte ha desbaratado los planes de las personas caritativas que le tomaron a su cuidado. ¡Cómo ha de ser!
(El Eco de Levante, Garrucha, 30/3/1901)


sábado, 16 de julio de 2016

A los bravos pescadores de Garrucha


Garrucha ha sido y es por encima de cualquier otra consideración un pueblo que vive de cara al mar. Su escudo refleja esta circunstancia; su puerto pesquero lo atestigua; su puerto comercial sigue manteniendo la salida a otros lares de los frutos de la minería del yeso; su puerto deportivo se abre a los deportes de ocio y al turismo; su paseo marítimo invita a la contemplación y al éxtasis. Pero todo esto carecería de valor si no hubieran conformado lo que hoy es Garrucha sus hombres de mar, especialmente los pescadores, hombres valientes de todos los tiempos que con su esfuerzo, y muchas veces sacrificio, forjaron una leyenda que constituye el pilar más sólido sobre el que se asienta la villa.

Sirva como homenaje imperecedero a estos grandes hombres, y a sus también sacrificadas familias, recordar el antiguo artículo que a continuación se transcribe:

Viejo pescador de Garrucha
(Extraída de Memoria histórica, fotográfica y documental de Garrucha 
(1861-1936). Vol. II. Ed: Ayto. de Garrucha. Autor: Juan Grima. 
Documentalista: Salome del Moral))
Hace años, viajaba yo de Valencia a Almería en el vapor «Felisa» de la compañía Asturiana.
La última noche de travesía, una noche espléndida de verano, presidía nuestra tertulia el capitán del barco D. Sergio Piñole, prestigioso y simpático marino norteño, curtido por las brisas y el sol de muchos mares.
Del lado de estribor, cual fuesen estrellas desprendidas del firmamento, brillaban las lucecitas alineadas de un pueblo dormido en la costa, y al final hacia poniente, como vigía del mismo, lanzaba sus destellos más brillantes un faro, centinela y custodio de su sueño.
El capitán, que nos refería un interesante episodio de su vida de náuta, hizo un paréntesis en su relato, y dirigiendo a la costa su mirada, y a modo de saludo exclamó: «¡La playa de Garrucha! ¡Brava gente de mar los garrucheros! En mis ya largos años de navegante, llevé muchos de ellos a mis órdenes, y puedo asegurar a Vds. que los marinos de esas playas son para el mar los más bravos de España» – y añadió: – «Si no fuesen ya así por temperamento, aprenderían a serlo por la fuerza. Garrucha es una rada abierta, sin refugio ni abrigo en muchas millas. Lo desmantelado de su costa hace que los temporales sean frecuentes, y alcancen aquí a veces los levantes un empuje y furia que no tienen nada que envidiar a nuestras galernas del norte.
Los garrucheros se curten desde chicos en el peligro. Aprenden a nadar mucho antes que a conocer las letras: lo creen más necesario. El pescador de casi todos los mares a quien sorprende una tormenta, sabe que si logra capear el temporal, a su regreso le espera el refugio del puerto. El garruchero, en cambio, está seguro de que le aguarda el peor trago al intentar arribar a tierra: la rompiente bravía, que sin una pericia y una serenidad extraordinarias, puede ponerles el barco por montera.
Hay en estudio un puerto refugio. Yo no llegaré a verlo – terminó el capitán – pero creo que algún día se convierta en realidad el proyecto. Cuando esto llegue, cuando los pescadores de esa playa no tengan que exponer su vida a diario en lucha titánica con el rompeolas, tal vez no se hable ya de la de la bravura de las generaciones venideras con el encomio que en justicia hay que hablar de las de hoy. Mientras no tengan puerto, – y quién sabe si luego también, porque ya lo llevan en la masa de la sangre, – los garrucheros, repito, son y seguirán siendo los pescadores más valiente de España.»
Así habló el capitán, y yo confieso que le oí encantado. Muchas veces después recordé las palabras de D. Sergio, y cuando más tarde, enamorado cada día más de este mar de Garrucha incomparable, de este trozo sublime del «Mar Nostrum», conviví muchas horas con los pescadores de estas playas, pude apreciar la sinceridad con que hablaba el capitán norteño y la verdad de sus afirmaciones.

(El Censor, Cuevas del Almanzora, 1 de octubre de 1930)

martes, 12 de julio de 2016

D. Bernardo Gerez Soler (1812-1879)


Don Bernardo Gerez Soler es uno de esos personajes maltratados por la Historia. Ese tipo de personas que, por razones desconocidas, pasan desapercibidas a los historiadores locales, a pesar de que su contribución a la emancipación y progreso de Garrucha fue muy importante. Por ello, sirvan estas modestas líneas biográficas en recuerdo de este prócer de la patria garruchera.

D. Bernardo nació en Vera el 20 de diciembre de 1812, en plena Guerra de la Independencia. Era hijo de D. Francisco Gerez Márquez y Dña. Juana Soler Caparrós.

Carabineros del Resguardo. Hacia 1838
Su padre, empleado de la Real Hacienda, falleció el 2 de junio de 1812 víctima de la epidemia de fiebre amarilla que asoló Vera en esos años, por lo que nuestro biografiado fue hijo póstumo. Sin embargo, tuvo la suerte de que un buen amigo de su padre, D. Bernardo Ramírez, compañero de trabajo, fuese su padrino de bautismo. Este hombre se preocupó por el pequeño huérfano, encargándose de su educación y procurándole un porvenir. Gracias a él, Bernardo aprendió el oficio de Rentas y pudo ingresar en el Cuerpo de Carabineros del Resguardo, institución militar dependiente del Ministerio de Hacienda.

Convertido en un hombre de provecho, nuestro personaje contrajo matrimonio el 1 de junio de 1835 en Vera con su gran amor de adolescencia, Dña. Concepción Segura Cervantes. Con ella tendría varias hijas, aunque sólo una de ellas llegaría a edad adulta: Dña. María del Mar Gerez Segura, que acabaría casándose con D. Francisco Berruezo López.

Era una época de cambios para el levante almeriense, ya que, tras el descubrimiento en 1838 de los filones de plomo argentífero en el Jaroso de Sierra Almagrera, la monótona vida de los habitantes del lugar dio un gran giro. Los pequeños burgueses y propietarios, ante la riqueza que comenzaba a generar la naciente industria minera, rápidamente se vincularon a este muy lucrativo sector. Don Bernardo hizo lo propio y ya desde bien temprano podemos verlo como accionista de diversas sociedades mineras: San Antonio Abad (1842, Sierra Almagrera), San Ildefonso (1842, Sierra Almagrera), Purísima Concepción (1842, Sierra Almagrera), San Rafael (1847, Sierra Cabrera), Petronila (Herrerías)… Asimismo, hacia 1843 vendió partes de minas que poseía en distintas compañías de Sierra Almagrera a comerciantes malagueños, que constituyeron la sociedad “Buena Fe Malagueña”, lo que le reportó un beneficio millonario para la época. También, registró algunas minas como la Zoraida, en 1870.

Por aquellos años, o quizás antes, debió entablar amistad con don Manuel Berruezo Ayora, lo que acabaría a la postre por cambiarle la vida. En este tiempo pretérito, don Manuel era un joven emprendedor con maneras de buen comerciante que se había asentado en Garrucha hacia 1843 con géneros traídos de las Islas Baleares. Seguramente, su cada vez más estrecha amistad con Berruezo y el prometedor futuro que se le empezaba a atisbar a Garrucha motivó que se trasladase de Vera hasta esta rica pedanía a vivir en la década de 1840.

Asentado en Garrucha, dejó su empleo de carabinero y, poco a poco, con el importante dinero que le generaba la minería se dedicaría de manera exitosa a la compra-venta de propiedades, llegando a ser uno de los propietarios e inversores mineros más ricos de Garrucha. Asimismo, participó en numerosos negocios junto su buen amigo don Manuel Berruezo, como por ejemplo en la constitución en 1858 de la trascendente sociedad que explotó las minas Venus, Júpiter, Hércules y Minerva en la Sierra de Bédar.

A partir de la década de 1850, se alineó políticamente en torno a la figura de don Manuel Berruezo, ya que éste había asumido la jefatura local de la Unión Liberal. Puede decirse que don Bernardo Gerez fue un miembro destacado de la cuadrilla política de Berruezo, que aglutinaba también figuras importantes de Garrucha como D. Tomás Latorre Campoy, D. Pedro Berruezo Soler o los hermanos Cervantes Quesada.

Don Bernardo Gerez participó activamente, junto con los Berruezo y otras familias, en la consecución de la independencia de Garrucha respecto de Vera. La lucha para conseguir esta meta no fue sencilla, pues pese a haber obtenido la emancipación mediante la Real Orden de 16 de marzo de 1858 firmado por Isabel II, los veratenses pelearon ferozmente enviando comisiones a Madrid para frenar la secesión. Sin embargo, de nada sirvieron las gestiones que hizo Vera, tan sólo para frenar dos años lo que ya era irreversible. Finalmente, la orden del Gobernador Provincial de 23 de diciembre de 1860 obligaba a cumplir la Real Orden de 1858.

Garrucha nació como municipio independiente el 1 de enero de 1861, como así se recoge en el Acta de Constitución de su primer Ayuntamiento:

“En la población de Garrucha, a primero de enero de mil ochocientos sesenta y uno, siendo las diez de su mañana, se reunieron en las salas donde provisionalmente se han de celebrar las sesiones, los Sres. Don Tomás Latorre, Alcalde Pedáneo de ésta, Don Manuel Berruezo y Don José Laguna, Don Pedro Berruezo Soler, Don Bernardo Gerez Soler, Don Andrés Cervantes Quesada, Don Alfonso Cervantes Quesada y Don Felipe Rodríguez Clemente, que han sido nombrados por el Señor Gobernador Civil de esta provincia para componer el Ayuntamiento que ha de principiar a funcionar en este día, mediante la Real Gracia concedida por S.M. la Reina Doña Isabel II (Q.D.G.) para segregar a este pueblo de su matriz Vera, accediendo así a los deseos de este vecindario, todo lo cual aparece del oficio de aquella Superior Autoridad, de 23 de Diciembre último, que se pone de manifiesto, y de los nombramientos especiales, de fecha del 22 para Alcalde y Teniente que también exhibieron los Señores que han merecido este honor Don Manuel Berruezo y Don José Laguna. En su mérito, el Señor Alcalde Pedáneo, en acatamiento de la orden del Sr. Gobernador, que está de manifiesto y en la que se ordena que desde este día ha de funcionar la Municipalidad nombrada, visto el art. 46 del Reglamento para la ejecución de la Ley vigente de Ayuntamientos, por el que se dispone que el Alcalde entrante preste el juramento en manos del saliente. Considerando que en este pueblo la única autoridad local que existe es el repetido Sr. Alcalde Pedáneo, que debe cesar en sus funciones y en obedecimiento así mismo a la invitación oficial que se le ha pasado para llenar aquella formalidad, dicho Señor Alcalde Pedáneo recibió el oportuno juramento al nombrado para el presente año, Sr. Don Manuel Berruezo, quien lo prestó en manos de aquel, jurando por Dios y los Santos Evangelios guardar y hacer guardar la Constitución de la Monarquía y las leyes, ser fiel a S.M. Doña Isabel II y conducirse bien y lealmente en el desempeño de su cargo.
Acto seguido, el Sr. Alcalde juramentado exigió del Sr. Teniente y Regidores Don José Laguna, Don Pedro Berruezo, Don Bernardo Gerez, Don Tomás Latorre, Don Andrés Cervantes, Don Alfonso Cervantes y Don Felipe Rodríguez, el correspondiente juramento, que fueron prestando en manos de su merced, bajo la misma fórmula ya expresada, verificando lo cual, el inducido Sr. Alcalde, en alta voz y en justa observancia de la Ley y órdenes superiores, declaró constituido el Ayuntamiento interino de este pueblo.
Esto así verificado, la corporación acordó consignar en este Acta, un voto público y solemne a gratitud a nuestra Augusta Soberana Doña Isabel II (Q.D.G.) y a su Ilustrado Gobierno, por la concesión que ha tenido la dignación de otorgar a este pueblo, segregándolo de la Ciudad de Vera, y al Sr. Gobernador de la provincia por la parte que le ha cabido poniendo en ejecución el Real mandato: que se anuncie este acto al vecindario para su conocimiento y que participe de la grata emoción de que este Municipio se haya poseído por ser un acontecimiento que ha de producir infinitos bienes a este pueblo, tanto en el desarrollo de sus intereses materiales, cuanto en el de su razón moral y religiosa.
Que con rectificación de este Acta, se participe al Sr. Gobernador el cumplimiento de su superiores disposiciones; y por último nombrar como secretario interino, para que Certifique, a Don Bernardo Gerez Soler, uno de los Regidores de esta municipalidad, por no tener, al presente, en este pueblo otra persona apta para el desempeño de este cargo.
Y lo firman los Señores presentes, de que yo el Secretario interino que acepto, certifico.
Manuel Berruezo, Tomás Latorre, José Laguna, Pedro Berruezo, Andrés Cervantes, Alfonso Cervantes, Felipe Rodríguez.
Fui presente, Bernardo Gerez, Regidor Secretario. Todos rubricados.”
(Actas Capitulares. Sesión 1 de enero de 1861. Archivo Municipal de Garrucha)
Así pues, y como se ha podido leer, don Bernardo Gerez Soler fue designado regidor y secretario interino de la naciente municipalidad. Este prohombre fue, por tanto, uno de los padres fundadores de Garrucha y tuvo un papel destacado en el porvenir de la villa.

Esta primera Corporación presidida por don Manuel Berruezo (1861-1863) ha sido considerada una de las mejores que ha tenido Garrucha en su Historia. Durante su mandato se aprobó la construcción del Ayuntamiento, Cárcel, Iglesia y Escuela de Instrucción, y la villa fue dotada de Administración de Aduanas y Rentas Estancadas, Ayudantía de Marina, Sanidad Marítima, Compañía de Carabineros del Reino, Intervención de Minas, Feria, la Fundición de plomos San Jacinto, médico titular, notario público y se consolidaron los viceconsulados inglés y francés, lo que facilitó la llegada de capital extranjero para la revitalización de la industria y el comercio que tanto benefició a Garrucha.

Vista del Paseo del Malecón y Ayuntamiento de Garrucha. Hacia 1900

A partir de 1861, don Bernardo Gerez consagró su vida al servicio a los demás y rara vez dejará su silla de concejal. En aquel primer año de emancipación, formó parte de la Comisión de Ornato y de la encargada de realizar el deslinde con Vera. Asimismo, en 1864 fue designado de nuevo Secretario Municipal y fue miembro de la Junta de Sanidad junto a D. Jacinto Anglada Ruiz y D. Telesforo Segura Invernón.

El 1 de enero de 1869 formó parte del primer Ayuntamiento constituido en Garrucha tras el derrocamiento de la Monarquía isabelina y la instauración del Gobierno Provisional, encuadrado en el denominado Sexenio Democrático (1868-1874). Aquella histórica municipalidad la componían:

  • Alcalde: D. Ramón Orozco Segura
  • Regidor 1º: D. Modesto Orozco Segura
  • Regidor 2º: D. Francisco Cervantes Guarinos
  • Regidor 3º: D. Bernardo Gerez Soler
  • Regidor 4º: D. Ramón Cervantes Cervantes
  • Regidor 5º: D. Juan Salvador Segura Invernón
  • Regidor 6º: D. Juan Salvador López Soler

También en 1869 fue designado juez municipal suplente 1º de Garrucha, por lo que ejerció este empleo en ausencia del titular.

Sin lugar a dudas, su máximo apogeo como concejal lo vivió en 1873, cuando fue elegido Alcalde de Garrucha. Sin embargo, los cambios políticos derivados de la inestabilidad de los gobiernos de la I República harían que sólo fuese Presidente del Ayuntamiento unos meses. No obstante, seguiría siendo regidor a lo largo de la década.

Finalmente, don Bernardo Gerez Soler falleció en Garrucha el 16 de junio de 1879, a los 66 años. Cuando le sobrevino la muerte era concejal del Ayuntamiento. El municipio quedó huérfano de uno de los mayores valedores e impulsores, de uno de sus padres. A su muerte, su yerno D. Francisco Berruezo López le tributó las siguientes palabras a modo de epitafio:

Por su afable trato y completa formalidad, ha merecido siempre la consideración y cariño de sus amigos y de todos cuantos le han tratado.

Quién le iba a decir al bueno de D. Bernardo Gerez cuando ingresó, en su juventud, en el Cuerpo de Carabineros, que su vida iba a cambiar drásticamente en pocos años, que su destino no era perseguir defraudadores de Hacienda sino convertirse en uno de los padres fundadores de Garrucha. Desde luego, supo aprovechar la oportunidad que le brindó la minería y, gracias a las amistades que hizo y su valía innata como hombre de negocios, se convirtió en uno de los grandes prohombres del municipio. Un auténtico potentado que consagró su vida al servicio de los demás en su querido pueblo.


sábado, 9 de julio de 2016

¿Truchas en Garrucha? La extravagante idea de Jorge Clifton Pecket, vicecónsul inglés en Garrucha


Jorge Clifton Pecket. Hacia 1876
Extraída del libro Memoria Fotográfica
de Garrucha (1838-1936). Vol. III
Jorge Clifton Pecket fue un personaje muy peculiar de la Historia de Garrucha. Llegó al municipio para hacerse cargo del viceconsulado inglés, que había quedado vacante tras la muerte del titular, Alejando Kirkpatrick, en junio de 1869. Con el paso de los años se convirtió en un rico hombre de negocios vinculado a la minería y su aportación al desarrollo económico y social de la villa fue muy importante.

Personaje inquieto intelectualmente, fue muy activo y dinámico, lo mismo te lo podías encontrar recorriendo las Sierras de Cabrera y Bédar en expediciones científicas y mineras que haciendo descubrimientos arqueológicos con Eduardo Palanca, frustrado presidente de la I República, en la Cueva del Tesoro en Torremolinos (Málaga).

Como buen inglés era un hombre práctico e ingenioso, siempre dispuesto a emprender negocios que le pudieran reportar un gran rédito. En una ocasión, haciendo unas prospecciones mineras en Sierra Cabrera se topó con un manantial de agua fresca y buena. Con una mente cultivada en la revolución industrial de la época victoriana vio en esto una buena oportunidad para surtir de agua a Garrucha, terminando así la dependencia que tenía el municipio de los aguadores de Mojácar.

Rápidamente acordó con el Ayuntamiento, presidido por Alcalde Don Juan Francisco Berruezo Torres, que él costearía todo lo necesario para traer el agua desde Sierra Cabrera a cuatro fuentes que se instalarían en Garrucha. Y así lo hizo, tiró 7 Km de tubería y, de manera gratuita, el municipio solucionó su problema de abastecimiento de agua potable. Aunque claro, ningún inglés hace tal derroche de filantropía gratis, por lo que Pecket se reservó en exclusiva la venta del agua a 5 céntimos el cántaro. Tal aparentemente provechoso negocio empezó a rodar en septiembre de 1884, cuando solemnemente se inauguraron las fuentes. Sin embargo, el singular Vicecónsul británico no previó bien que en Garrucha existían casas con pozos y que mucha gente prefería el tradicional servicio de los aguadores para surtirse de agua, ya que, aunque más cara, la llevaban al domicilio. Tampoco calculó bien el caudal que suministraba a Garrucha, pues pronto se encontró que de los casi 110.000 litros que abastecía diariamente, sólo se demandaban 10.000 litros, desperdiciándose el resto.

Ante tal problema, nuevamente puso su británica cabeza a cavilar y se le ocurrió hacer bancales de riego, ajardinar su casa y construir un gran depósito con capacidad para un millón de litros. Sin embargo, estas medidas seguían siendo insuficientes para dar provechosa salida a tanta agua, por lo que se le vino a la mente una extravagante idea: construir una piscifactoría para la cría de truchas. Un descabellado proyecto que materializó, o al menos lo intentó.

Así pues, Jorge Clifton Pecket, sin escatimar en gastos, llevó a cabo su piscifactoría, que constaba de:

  • Un estanque para la incubación de los huevos
  • Un estanque para alevines con plantas acuáticas
  • Un estanque para la recría
  • Un estanque para engorde
  • Saltos de agua de unos a otros para el oxigenado
  • Un estanque final de 700 m2 de superficie para parcas y salmones

Piscifactoría francesa de 1869, probablemente la instalada en
Garrucha debió ser similar.
Esta piscifactoría que tuvo Garrucha fue, según comenta el escritor Antonio Molina en su obra El Libro de Cuevas del Almanzora hace un siglo, la primera instalada en el Sur de España. 

Sin embargo, el proyecto no marchó como deseó Jorge Clifton, pues no logró criar truchas, a pesar de la gran cantidad de intentos y consultas científicas que hizo a diversas instituciones nacionales e internacionales. Parece ser que el clima garruchero no favorecía la cría de este tipo de peces.

No se sabe qué hubiera pasado si hubiera llegado a despegar tan peculiar negocio, aunque siendo Garrucha un puerto de mar que se nutría de una gran cantidad y variedad de pescado fresco parece probable el fracaso de Pecket a medio o largo plazo. No obstante, a tan singular personaje de la historia garruchera seguro que se le hubiera ocurrido algo para evitar naufragar con las truchas.


miércoles, 6 de julio de 2016

La olvidada tumba en Vera de Alejandro Kirkpatrick, primer vicecónsul inglés en Garrucha


En la parte vieja del cementerio de Vera, donde hace tiempo dejaron de llevarse flores y los difuntos lucen polvorientas lápidas olvidadas, descansan buena parte de las personalidades que en el siglo XIX, en los años dorados de la minería, forjaron la época de mayor esplendor del levante almeriense.

En una ocasión, paseando por la zona antigua de nichos del referido camposanto me llamó uno de ellos la atención, era sencillo, modesto, con signos evidentes de abandono y de estar olvidado hace mucho tiempo por todos. Todavía conservaba una reja, completamente oxidada, con un candado de época como garante inmemorial de la integridad de las personas que custodia. Mi interés fue mayor cuando pude leer en la polvorienta lápida, un nombre, casi desdibujado, que me resultaba conocido: Alejandro Kirkpatrick y Kirkpatrick. Estaba ante la tumba del primer vicecónsul inglés que tuvo Garrucha como municipio independiente.

Nicho nº 16, donde se encuentran los restos de Alejandro Kirkpatrick

Dicen que una persona nunca muere mientras haya alguien que lo recuerde, por lo que recordemos un poco la biografía de este singular personaje de la historia de Adra, Vera y Garrucha.

Alejandro Kirkpatrick nació en Adra (Almería) el 26 de enero de 1829. Era hijo de Tomás Kirkpatrick Stothert, industrial y Vicecónsul británico en Adra, y de Carlota Catalina Kirkpatrick Grivignée, hija de William Kirkpatrick Wilson, Cónsul de Estados Unidos en Málaga.

Thomas Jefferson, Presidente de los EE.UU.
Los Kirkpatrick eran una familia noble de origen escocés que se asentó en Málaga a finales del siglo XVIII como comerciantes y diplomáticos. Así pues, el primero de este linaje en el sur de España fue William Kirkpatrick Wilson, un destacado empresario vinícola que, tras pasar por Jerez de la Frontera, acabó instalándose en Málaga con motivo de haber sido nombrado Cónsul británico (1791) y de Estados Unidos (1800-1817) en la capital de la Costa del Sol. Como curiosidad, este polifacético industrial llegó a surtir al Presidente Thomas Jefferson del mejor vino dulce malagueño.

William Kirkpatrick, como ávido hombre de negocios, no fue ajeno al despertar minero de Almería, por lo que fueron frecuentes sus visitas a Adra, donde realizó importantes inversiones mineras y también se hizo cargo de la representación consular de EE.UU. en dicho puerto almeriense.

Un hermano de William, Juan Kirkpatrick Wilson, acabaría por asentarse en Adra a principios del siglo XIX, donde fue vicecónsul del Reino Unido, Cerdeña, Dinamarca y Países Bajos, y se hizo cargo de los cada vez más desarrollados negocios mineros de la familia. Su hijo Tomás Kirkpatrick Stothert, oficial que combatió en la Guerra de la Independencia bajo las órdenes del Duque de Wellington, continuaría la labor industrial y diplomática, así como el hijo de éste, Alejandro Kirkpatrick y Kirkpatrick, nuestro personaje de interés.

Los Kirkpatrick junto con los hermanos Rein de Málaga levantaron en 1822 la conocida fundición San Andrés en Adra, con la que consiguieron beneficiar los minerales procedentes de la Sierra de Gádor y exportar grandes cantidades de plomo. Durante la primera mitad del siglo XIX fue la primera fundición de plomo de España y una de las más importantes de Europa.

El descubrimiento en 1838 del filón de plomo argentífero en el Jaroso de Sierra Almagrera volvió los ojos de la familia Kirkpatrick hacia el levante almeriense, por lo que deseosos de sacar tajada del rico pastel que se avecinaba, pronto recalaron por la costa levantina. Así pues, Alejandro Kirkpatrick llegó a Garrucha a principios de la década de 1850, con motivo de haber sido nombrado Vicecónsul de Su Majestad Británica en Garrucha el 31 de agosto de 1852 y con la intención de expandir e incrementar los negocios familiares.

Nuestro biografiado recaló en una Garrucha que comenzaba a despuntar, donde la economía basada en la pesca y el reparto de sal iba mezclándose con la naciente industria minera y el cada vez más importante comercio que empezaba a consolidar y acrecentar. El rápido progreso social y económico iba convirtiéndola poco a poco en algo más que una pedanía de Vera, gracias al trabajo de familias como la Berruezo o la Orozco.

Kirkpatrick se construyó casa en el actual Paseo del Malecón y tuvo por vecinos al destacado comerciante Manuel Berruezo Ayora y al industrial José María Labernia Cruz. Aquí vivió Alejandro Kirkpatrick en compañía de su primera esposa Amalia Carmona, con la que regularmente viajaba a Adra para visitar a la familia, y, posteriormente, tras enviudar, con su segunda esposa, la rica veratense María del Carmen Giménez Soto, con la que se había casado en Vera el 31 de julio de 1856. Con ella tuvo cinco hijos: Carlota, Tomás, Encarnación, Alejandro y Francisco Kirkpatrick Giménez.

Alejandro Kirkpatrick fue testigo de la constitución de Garrucha como municipio independiente en 1861, por lo que pasaría a la Historia como el primer vicecónsul inglés que tuvo la naciente villa. Pudo ver como aquella mañana del 1 de enero de 1861 su vecino y buen amigo, Manuel Berruezo, se convertía en el primer Alcalde del próspero pueblo.

Sin embargo, la vida de Kirkpatrick iba a tornar pronto a su fin. De manera inesperada, el vicecónsul cayó fulminado víctima de un aneurisma el 3 de junio de 1869. Tenía 40 años. Y así, de esa forma tan rápida e imprevista acabó la vida de este peculiar hombre, que tuvo relevantes familiares, a destacar: su hermano el Coronel Guillermo Kirkpatrick, Gobernador de Bohol en Filipinas, y su hermana Carlota Kirkpatrick, Condesa de Comminges Guitard, así como sus primas-hermanas Francisca Palafox Portocarrero y Kirkpatrick, Duquesa de Alba, y Eugenia Palafox Portocarrero y Kirkpatrick (más conocida como Eugenia de Montijo), Emperatriz de Francia. Sus albaceas testamentarios, Manuel Berruezo Ayora y José Chasserot Torres, Agente consular de Francia en Garrucha y Villaricos, darían cumplimiento a sus últimas voluntades, según lo dispuesto en su testamento de 1864. Tras su muerte, le sucedió al frente del viceconsulado Jorge Clifton Pecket, polifacético hombre de negocios bien conocido en Garrucha.

Francisca Palafox Portocarrero y Kirkpatrick, Duquesa consorte de Alba, y Eugenia Palafox Portocarrero y Kirkpatrick,
Emperatriz de Francia, primas de Alejandro Kirkpatrick y Kirkpatrick 

En un nicho hoy olvidado y abandonado de Vera yace este aristocrático prohombre junto a su segunda esposa María del Carmen Giménez Soto (que acabaría contrayendo segundas nupcias en 1877 con el hacendado Juan Cruz Navarro), su hijo Francisco Kirkpatrick Giménez y su nieta Encarnación Riera Kirkpatrick.

En sentido general, sería una pena que enterramientos de personajes así acabasen por desaparecer con el tiempo por remodelaciones municipales del cementerio o porque las tumbas por el paso de los años se terminen por caer a pedazos. Quizás el Ayuntamiento de Vera, en el caso de que los herederos de estas personalidades sean desconocidos, pueda hacerse cargo de la custodia y mantenimiento de estos enterramientos, ya que exigirían poco gasto a las arcas municipales y sería una hipocresía que personajes referenciados ampliamente en artículos y libros estén complemente olvidados y descuidados en el cementerio. Sin lugar a dudas, personajes así dan prestigio a un cementerio, por lo que su pérdida sería un gran error y con la oportuna publicidad podrían constituirse los camposantos como lugares turísticos, como en buena parte de Europa, donde se visitan las tumbas de personalidades de la Historia.

lunes, 4 de julio de 2016

Cuando la tragedia del Sirio llegó a Garrucha


Trasatlántico italiano "Sirio"

El 4 de agosto de 1906 tuvo lugar una de las mayores catástrofes marítimas ocurridas en el litoral español. El trasatlántico italiano “Sirio” naufragó frente a la costa del cabo de Palos (Cartagena) dejando un trágico balance de muertes que consternó a la Europa de su tiempo.

El Sirio era un formidable buque de 115 metros de eslora que había sido botado en Glasgow (Escocia) en 1883. Era propiedad de la Compañía General de Navegación Italiana desde 1885 y cubría la ruta transoceánica de Génova a Buenos Aires.

En el fatídico verano de 1906 el vapor partió del puerto de Génova, a su bordo iban más de 5 centenares de pobres emigrantes italianos en busca de una vida mejor en América. En su travesía, el navío recaló en los puertos de Barcelona y Alcira (Valencia), donde recogió a más de 200 emigrados españoles.

Como los trasatlánticos de su tiempo, el Sirio estaba dividido en tres zonas: Primera, segunda y tercera clase. Los de la lujosa primera clase iban situados en la popa del buque, los de segunda disfrutaban de sus comodidades cerca del puente de mando y los de tercera viajaban hacinados y en paupérrimas condiciones en la zona interior del buque. Se estima que alrededor del 90% del pasaje era de tercera clase. Por esto, algunos investigadores lo han bautizado trágicamente como "El Titanic de los pobres".

El Sirio era capitaneado por el veterano marino Giuseppe Piccone, de 68 años, con una gran experiencia en la ruta trasatlántica y del que se decía que este era su último viaje. Sin embargo, su excelente reputación pronto iba a cambiar.

Tras su periplo en el levante español, el buque, cargado de sueños y miseria, puso rumbo a Águilas (Murcia), donde recogería también un considerable contingente de almas con destino Buenos Aires (Argentina). Sin embargo, a las 4 de la tarde del fatídico 4 de agosto, mientras el Capitán descansaba en su camarote, el Sirio impactó contra el Bajo de Fuera de las Islas Hormigas en el Cabo de Palos (Cartagena). El choque provocó que las calderas del vapor explotasen, causando innumerables muertes, hundiéndose rápidamente de popa el trasatlántico. El Capitán Piccone y la oficialidad, en shock por la catástrofe, subieron a un bote y abandonaron al pasaje y resto de la tripulación a su suerte.

Naufragio del Sirio, agosto de 1906.
La escena era dantesca, como relató uno de los supervivientes: “Iba en mi camarote de primera clase escribiendo una carta, cuando una fuerte sacudida me tiró al suelo y una gritería inmensa me hizo conocer que alguna terrible desgracia había ocurrido. Pronto supe que habíamos chocado contra unas rocas submarinas. Dolorido del golpe que al caer había recibido, subí casi a rastras sobre cubierta, y el cuadro aterrador que se presentó a mi vista perdurará en mi memoria por muchos años que viva. El buque se sumergía de popa rápidamente; los pasajeros corrían como locos, dando gritos de terrible angustia, llorando unos, maldiciendo otros y todos llenos de terror. Esto fue causa de que se cometieran escenas de verdadero salvajismo. Peleábanse entre sí, hombres y mujeres, por los salvavidas; pero a patadas, a puñetazo limpio, con uñas y con dientes. Hasta vi algunos esgrimiendo cuchillos”. La mayoría del pasaje, pobres hombres, mujeres y niños no sabían nadar, por lo que las escenas de terror y agonía eran indescriptibles.

Dentro de la gravedad de lo ocurrido, al producirse relativamente cerca de la costa, muchos náufragos pudieron ser rescatados, ya que diversas embarcaciones y los formidables pescadores de Palos se dirigieron prestos a socorrer al pasaje del Sirio. Cabe destacar la heroica actuación de Vicente Buigues, patrón del pailebote "Joven Miguel", que rescató a más de 400 naúfragos. Como dijo posteriormente el Ministro De la Cierva: "Estos hombres rudos, ancianos, algunos octogenarios, tienen el corazón muy grande, hecho para el mar. Y sin que nadie los estimulara armaron sus frágiles barcos y a volar, apoyándose en los remos. Era el viento contrario y dificultaba el avance, pero con él lucharon... A salvarles marcharon los hombres y mujeres, la colonia entera, pronta a cumplir sencillamente nuestros deberes".

Cadáveres procedentes del naufragio del Sirio en Cartegena
El triste naufragio dejó el balance de 283 fallecidos de los cerca de mil pasajeros del trasatlántico italiano, según fuentes del Ministerio de Marina. Este desastre marítimo sigue siendo inexplicable, ya que no se entiende como el Capitán tomó la lamentable decisión de dirigir la ruta del barco entre el cabo y las islas, sabiendo el riesgo de los bajos de esa zona y que un faro, construido en 1864, advertía del peligro.

La villa de Garrucha, a más de 100 km del desastre, fue testigo de la desgracia del aciago buque. Días posteriores al naufragio del Sirio, el mar llevó a la costa garruchera y otras localidades del levante almeriense restos de la catástrofe. El Alcalde D. Pedro Berruezo Gerez notificó al Gobernador que había llegado a Garrucha un bote y diversos enseres. Además, un mes después del hundimiento del trasatlántico apareció en la playa de Garrucha el cadáver de una mujer en avanzado estado de descomposición, por lo que se supuso que era una de las víctimas del desdichado buque.

La Crónica Meridional (Almería, 11/8/1906)
La Crónica Meridional (Almería, 9/9/1906)