domingo, 7 de enero de 2018

La decadente Garrucha de finales de 1920


Vista de la playa y del Paseo del Malecón (entonces Paseo de Cánovas del Castillo) de Garrucha en 1926
(Extraída Archivo Diputación de Almería)

A finales de 1920 la situación socioeconómica de Garrucha era más que preocupante. Un municipio que se reduce a un pequeño casco urbano, sin posibilidades de expansión territorial ni tierras cultivables, y donde su principal prosperidad económica dependía del comercio y las exportaciones mineras que realizaba por su rada, lo hacía tremendamente vulnerable a los posibles vaivenes de estas actividades. Y así fue. Cuando sus ingresos económicos mermaron notablemente a raíz de la práctica paralización de las actividades comerciales a industriales, como consecuencia de la Gran Guerra (1914-1918) y la posterior crisis económica de los años 20, la situación de la villa marinera fue crítica. Decenas de jornaleros que se dedicaban a la minería y la carga y descarga de buques quedaron sin trabajo en un breve periodo de tiempo, lo que se tradujo en una constante y progresiva emigración que dejó a Garrucha en un estado penoso. Entre 1910 y 1930, el municipio perdió algo más del 30% de su población, porcentaje éste que se irá incrementando conforme pasen los años y no se recuperará hasta finales del siglo XX.

La rica Garrucha decimonónica de los viceconsulados y los importantísimos hombres de negocios hacía tiempo que era un viejo fantasma del pasado. A la vista de la historia, los fundadores de Garrucha pecaron en cierto modo de ingenuidad, ya que construyeron un municipio artificial, poco viable económicamente por sí mismo, pues la insuficiente industria pesquera (sin un puerto refugio) lo hacía muy dependiente del entonces próspero comercio y la boyante industria minera para no desfallecer. Pero claro, quién iba a decirles a los próceres don Ramón Orozco y don Manuel Berruezo que la reluciente Garrucha de plata, plomo e hierro que constituyeron en 1861 iba a comenzar a desplomarse décadas después, cuando las riquezas minerales de las Sierras circundantes parecían entonces inagotables.

Sobre el decadente estado de Garrucha en 1926 nos da buena cuenta la prensa de la época, como se recoge a continuación:

Un pueblo que se desmorona

He aquí un pueblo que hace unos años tuvo vida próspera y luminosa, y hoy se desmorona poco a poco minado por todas las miserias.
Los fundadores de Garrucha fueron poco avaros y se conformaron con entrar en posesión de una pequeña franja de terreno, lo suficiente únicamente para levantar unas cuantas casas.
Fuera del recinto urbano, que se alinea frente al mar, a los aledaños de su hermosa playa abierta a todos los vientos, no posee el pueblo ni un centímetro de jurisdicción.
Cuando ha querido expansionarse ha tropezado en la parte Este con la jurisdicción de Vera, y al Oeste con la de Mojácar, y de aquí resulta que dos casas contiguas, estén separadas por los fueros de distintas municipalidades.
Para este pueblo los problemas de agricultura, y de riegos y sequías y de malas cosechas, es algo exótico que no les preocupa lo más mínimo.
Garrucha tiene su vida en el mar que se abre inmenso y libre ante el poblado, como una ideal jurisdicción de infinitas lejanías.
Antes llegaban muchos barcos a la carga de minerales, y cada uno de ellos dejaba entre los obreros de Garrucha una buena cantidad de pesetas, había plétora de vida.
Hoy las minas han paralizado sus explotaciones, y ya no vienen los barcos ni entran las pesetas que se derramaban por el pueblo como una lluvia de prosperidades.
Ahora todo ha quedado reducido a la pesca, pero he aquí que esta industria que, plenamente desarrollada, podría ser un paliativo, no puede contarse como un ingreso normal, porque no existe el más insignificante puerto de refugio, y al combatir los vientos, que son frecuentes, los pescadores no pueden salir al mar, aunque se mueran de hambre.
Garrucha se desmorona, se hunde, inicia su desaparición del mapa, por culpa de sus hijos, que aún no han aprendido a pedir con insistencia y con voluntad.
Si no se construye el puerto de refugio que han pedido, si esto se deja como la petición de un pueblo lejano sin pulso y sin vida. Garrucha no será un pueblo, será únicamente una colonia veraniega, propiedad de los pueblos limítrofes, en el invierno abandonado y silencioso, desmoronándose poco a poco minado por la miseria.

(Diario de Almería, 19 de marzo de 1926)

D. Bernado Berruezo Gerez
Col. José Berruezo García
Cabe decir que ya en el siglo XIX no fueron pocos los prohombres de Garrucha que adivinaban, desde las alturas del esplendor económico, un trágico final para la villa si no se llevaban a cabo una serie de infraestructuras necesarias para asentar sólidamente la economía del municipio. Esencialmente éstas eran: la mejora y/o la construcción de una red de carreteras que comunicase a Garrucha de manera eficiente con los pueblos limítrofes; la construcción del ferrocarril de Lorca a Almería que, pasando por el levante almeriense, hubiese influido notablemente en la economía regional; y la realización del ansiado puerto, pues como se sabe, hasta entonces, toda la actividad marinera y de carga y descarga de buques se hacía por su playa. Para la consecución de estas infraestructuras, diversos garrucheros promovieron encendidas campañas desde finales del siglo XIX, como hizo de manera destacada el comerciante y periodista don Bernardo Berruezo Gerez, que desde la prensa solicitó incansablemente todas estas medidas redentoras para el municipio.

Sin embargo, la ejecución de todas estas demandas, que hubiesen dado un enorme dinamismo a la villa, llegaron muy tarde o simplemente no se realizaron por la desidia del Gobierno de Madrid. Aunque se mejoraron algo las carreteras con los años, el ansiado ferrocarril de Lorca a Almería nunca se construyó, pese a ser pedido tenazmente durante décadas, y el necesario puerto no se inició su construcción hasta 1931, a pesar de que fue solicitado al Ministro de Fomento cuarenta años antes, en 1888, siendo entonces Alcalde de Garrucha D. Francisco Berruezo López. En definitiva, lo poco que se hizo llegó a destiempo, cuando ya Garrucha había dejado de ser el pueblo próspero y rico que fue, cuando la mayoría de los grandes hombres de negocios, que hubiesen dado con su ingenio prosperidad a la villa, ya no estaban.


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